EL OJO «ÚNICO» U OJO ESPIRITUAL

«El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo es único, todo tu cuerpo estará iluminado, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!» (Mateo 6:22-23).

La luz que revela a Dios dentro del cuerpo es el ojo único ubicado en el entrecejo, que puede verse durante la meditación profunda y constituye la puerta de acceso a la presencia de Dios. Cuando el devoto es capaz de percibir a través del ojo espiritual, ve su cuerpo entero, así como su cuerpo cósmico, colmado de la luz de Dios que emana de la vibración cósmica.

Al fijar la visión de ambos ojos en el entrecejo en el estado meditativo de concentración interior, se logra enfocar la energía óptica positiva y negativa de los ojos derecho e izquierdo y unir estas corrientes de energía en el ojo único de luz divina. El hombre ignorante y materialista nada sabe acerca de esta luz, pero quien quiera que haya practicado la meditación, aunque sea sólo un poco, puede verla ocasionalmente. Cuando el devoto se encuentra más avanzado, contempla dicha luz a voluntad, con los ojos abiertos o cerrados, a la luz del día o en la oscuridad. Aquellos devotos que han alcanzado un alto grado de desarrollo la contemplan durante tanto tiempo como lo deseen y, cuando su conciencia puede penetrar en ella, logran alcanzar los estados supremos de realización trascendente.

Por el contrario, cuando la mirada y la mente del ser humano se alejan de Dios, concentrándose en motivaciones negativas y acciones materialistas, su vida se llena de la oscuridad de la ignorancia causada por la engañosa ilusión, la indiferencia espiritual y los hábitos causantes de sufrimiento. La sabiduría y la luz cósmica interiores permanecen ocultas. ¡«Qué oscuridad habrá» en el hombre materialista que poco o nada conoce de la divina realidad y acepta, con alegría o resentimiento, cualquier ofrenda que la ilusión ponga en su camino! Vivir en tan malsana ignorancia no constituye una vida propia de la conciencia del alma encarnada.

El hombre que ha elevado su nivel espiritual -cuyo cuerpo y mente se encuentran iluminados interiormente por la luz y la sabiduría astrales, y en quien las sombras de la oscuridad física y mental se han disipado, siéndole posible contemplar el cosmos entero colmado de la luz, la sabiduría y el gozo de Dios-, aquel en quien la luz de la realización del Ser se halla plenamente manifestada, experimenta un gozo indescriptible y recibe la incesante guía de la sabiduría divina.

Paramahansa Yogananda. Libro "El Yoga de Jesús". Pág 79