La paz mundial continuará siendo un mero sueño irrealizable, mientras los hombres no sepan cómo controlar sus pasiones ni se les enseñe a hacerlo. Ya sea que luchen con sus manos desnudas, ya sea que utilicen gases venenosos o se arrojen bombas desde el aire, siempre serán víctimas de su propia ignorancia. Cuando los seres humanos aprendan a vivir en paz, armonía y cooperación con su familia, amigos y vecinos, serán aptos para vivir en un mundo de paz. Solamente cuando las naciones estén compuestas por hombres semejantes podremos contar con el advenimiento de la paz mundial. De acuerdo a las enseñanzas de Hermes y de todas las filosofías antiguas, el hombre es la medida de todas las cosas; las condiciones mundiales no pueden sino reflejar el estado de conciencia de los seres humanos.
Es por esta razón que Krishna, Buda, Cristo y todos los grandes maestros de la humanidad, han destacado un principio por sobre todos los demás: la conquista de las pasiones humanas. Ellos no atacaron las instituciones ni iniciaron grandes reformas sociales o económicas, ya que éstas no son sino el efecto de causas muchísimo más profundas. Los sabios que han guiado a la humanidad no han traído consigo grandes invenciones ni enseñado nuevos métodos para esclavizar la naturaleza y ponerla al servicio de los propósitos humanos. En verdad, la suprema ocupación del hombre debería ser la conquista de su naturaleza interior, ya que sin ello el ser humano no es superior al animal. Las arañas pueden tejer telas geométricas; las hormigas son las más grandes organizadoras del mundo; las acrobacias de un mono causarían vergüenza al más ágil de los atletas; los animales invernadores son capaces de vivir sin alimentos ni bebida alguna; una tortuga puede existir cientos de años. El disponer de un cuerpo fuerte y resistente no es, pues, una característica típica del ser humano, así como tampoco lo es su dominio de las matemáticas ni su ingenio científico o artístico. Lo que hace a un hombre tal, es su control sobre sí mismo, sobre su ser inferior, sus pensamientos, impulsos, deseos y acciones. Esta meta no puede ser alcanzada jamás sin un conocimiento de la naturaleza humana como aquel comprendido en la ciencia psicológica, mental y espiritual del yoga. Dichas ciencias se basan en los mismos principios esenciales de la ética (Yama y Niyama): honestidad, veracidad, bondad, etc. Este es el fundamento de todas las religiones.
Tara Mata. Libro "El yoga: la ciencia moderna", Pág 5.