Así como Cristo resucitó su conciencia del
sepulcro de las limitaciones mortales, así también debes tú aprender, mediante
la práctica de la meditación, a resucitar tu mente de la tumba de los deseos
materiales y de la prisión del cuerpo para alcanzar la conciencia de
omnipresencia.
Resucita tu calma, que se halla sepultada
bajo los escombros de la inquietud; resucita tu sabiduría, que permanece oculta
bajo la mortaja de la ignorancia mundana; resucita tu amor, que está enterrado
bajo el suelo de los mundanos apegos humanos – el limitado amor a la familia, a
la sociedad y al país-, y transfórmalo en amor divino para todos.
Del mismo modo que, en estado de éxtasis, Jesús retiró su mente del
cuerpo y la unificó con el Espíritu omnipresente, así debes tú, mediante la
constante práctica de la meditación, desarrollar dentro de tu ser la conciencia
de Cristo y, a través de dicha conciencia, unir tu alma con el omnisciente
Espíritu, unir tu vida con la Vida Eterna.
- Paramahansa Yogananda- La
segunda Venida de Cristo. Volumen III, Parte II.