EN FEBRERO RECORDANDO A DAYA MA

Con ocasión del cumpleaños de Daya Mata,  el 31 de enero, recordemos algunos de sus escritos:

La importancia de buscar a Dios

El mundo entero podrá defraudarnos o abandonarnos, pero si hemos conseguido establecer en nuestro interior una dulce y tierna relación con Dios, jamás nos sentiremos solos ni abandonados: siempre permanecerá a nuestro lado ese Alguien que es el verdadero Amigo, el verdadero Amor, la verdadera Madre o el verdadero Padre. Sea cual sea el aspecto en que concibas a la Divinidad, Dios es aquello para ti.
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En todo corazón humano existe un vacío que sólo Dios puede llenar. Así pues, haz que la prioridad de tu vida sea encontrar a Dios.
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Dios nos ha dado a cada uno de nosotros un apacible templo interior, donde ninguna otra persona puede entrar. Ahí podemos estar a solas con Dios. No es necesario hablar mucho sobre ese templo interior. Sin embargo, permanecer en él no nos aleja de nuestros seres queridos, sino que más bien suaviza, fortalece y hace más permanentes todas nuestras relaciones con los demás.
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Cuando acudimos directamente al Manantial de donde proceden todos los amores (el amor de los padres por los hijos, de los hijos por los padres, del esposo por la esposa, de la esposa por el esposo y del amigo por sus amigos), bebemos de una fuente que nos satisface más allá de todo lo que pudiéramos imaginar.
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Cultivar una relación amorosa con Dios

No concibas a Dios como una mera palabra, ni como un extraño, ni como alguien que mora en las alturas a la espera de juzgarte y castigarte. Piensa en Él de la misma manera que desearías que pensaran en ti si tú fueras Dios.
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Una de nuestras grandes flaquezas consiste en tenerle miedo a Dios. Tememos reconocer ante Él todo aquello que causa una profunda preocupación en nuestra alma, en nuestro corazón y en nuestra conciencia. Pero eso es un error. El Divino Amado es el primero a quien deberías acudir con todos los problemas que tengas. [...] ¿Por qué? Porque mucho antes de que hayas siquiera reconocido tus debilidades, Él ya las conoce. Ten por seguro que no le estás diciendo a Dios nada nuevo. Sin embargo, el alma experimenta una maravillosa liberación cuando puedes desahogarte con Él.
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En mi relación con Dios, prefiero pensar en la Divinidad bajo el aspecto de Madre. El amor del padre está frecuentemente condicionado por la razón y por el mérito del hijo. El amor de la madre, sin embargo, es incondicional: en lo que respecta a su hijo, ella es todo amor, compasión y perdón. [...] Podemos acudir al aspecto divino de Madre como lo hace un hijo y exigir su amor como algo que nos pertenece, independientemente de nuestros méritos.
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La importancia de la meditación

Tanto aquí como en el extranjero, la gente se acerca y me dice: «¿Cómo le es posible permanecer sentada e inmóvil en meditación durante tantas horas? ¿Qué es lo que hace durante esos períodos de quietud?». Los yoguis de la antigua India desarrollaron la ciencia de la religión. Descubrieron que, mediante ciertas técnicas científicas, es posible aquietar la mente de tal modo que no subsista la más mínima ondulación de pensamientos agitados que la perturben o distraigan. En ese claro y apacible lago de la conciencia, podemos contemplar entonces la imagen de Dios que se refleja en nuestro interior.
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Las escrituras sagradas de todo el mundo afirman que estamos hechos a imagen de Dios. Si eso es verdad, ¿por qué no tenemos conciencia de que somos inmaculados e inmortales como lo es Él? ¿Por qué no nos vemos a nosotros mismos como encarnaciones de su espíritu? [...]
Una vez más, ¿qué es lo que dicen las escrituras sagradas? «Aquietaos y sabed que Yo soy Dios». «Orad constantemente». […]
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Si practicas regularmente la meditación yóguica con atención concentrada, llegará el momento en que de repente te dirás a ti mismo: «¡Oh! No soy este cuerpo, aun cuando lo use para comunicarme con el mundo; tampoco soy esta mente, con sus emociones de ira, envidia, odio, codicia y descontento. Lo que en realidad soy es ese maravilloso estado de conciencia que percibo en mi interior. Estoy hecho a imagen de la bienaventuranza y del amor de Dios.
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Vivir en forma equilibrada

En el interior de cada uno de nosotros existe un templo de quietud que no permite la intromisión del alboroto mundano. Pase lo que pase a nuestro alrededor, cuando penetramos en ese santuario de silencio que se encuentra en el alma, sentimos la bienaventurada presencia de Dios y recibimos su paz y fortaleza.
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Se me parte el corazón cuando veo a personas cuyas mentes están atribuladas por multitud de problemas —frustraciones, desdichas, decepciones—. ¿Por qué los seres humanos se hallan atormentados por esta clase de experiencias? Por una razón: han olvidado a Dios, han olvidado a Aquel que nos ha creado a todos. Cuando llegues a convencerte de que lo único que te falta en la vida es Dios y decidas eliminar esa carencia mediante el esfuerzo por colmarte de la conciencia de Dios en la meditación diaria, llegará el momento en que te sentirás tan completo, tan plenamente satisfecho, que nada podrá perturbarte ni hacerte flaquear.
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El propósito de la adversidad no es destruirnos ni castigarnos, sino ayudarnos a despertar la invencibilidad en nuestras almas. […] Las dolorosas pruebas por las que atravesamos no son más que la sombra de la mano de Dios que se extiende para bendecirnos. El Señor está ansioso por ayudarnos a escapar de maya, de este conflictivo mundo de la dualidad. Todas las dificultades por las que Dios permite que pasemos son necesarias para acelerar nuestro retorno a Él.
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El camino hacia la paz y la armonía mundial

La paz y armonía que todo el mundo busca con tanto apremio no puede obtenerse de las cosas materiales ni de ninguna experiencia externa: ¡es sencillamente imposible! Quizá podamos sentir una tranquilidad pasajera al contemplar una hermosa puesta de sol, o cuando vamos a la montaña o a la playa. Pero incluso las escenas más inspiradoras no te proporcionarán paz si tu ser se encuentra en desarmonía.
El secreto para que todas las circunstancias exteriores de tu vida se llenen de armonía consiste en establecer primeramente la armonía con tu alma y con Dios.
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No es realista hablar de paz entre las naciones si los habitantes de esas naciones no están en paz. Y no se puede estar en paz con el prójimo —ni aun con los miembros del propio hogar— si no se está en paz con uno mismo. Es algo que debe comenzar con el individuo. En mis viajes alrededor del mundo, una de las primeras preguntas que las personas me hacen en todos los países es «¿Cómo puedo sentir paz?», y yo les respondo: «El único modo de hallarla es mediante el recogimiento interior, que nos conduce a la presencia de Dios». La meditación diaria es el camino para restablecer el equilibrio espiritual, tanto en la vida de los individuos agobiados por sus cargas como en las familias destrozadas, y para hacer resurgir aquellos valores que habrán de sustentar la paz y la armonía en el vasto hogar de nuestra familia mundial.
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El Gurú: recuerdos de Paramahansa Yogananda

Era yo una jovencita de diecisiete años para quien la vida parecía un largo y vacío corredor que no conducía a lugar alguno. Una oración rondaba incesantemente en mi conciencia, pidiendo a Dios que guiara mis pasos hacia una existencia plena de sentido y mediante la cual pudiera buscarle y servirle.
La respuesta a tal anhelo llegó en una súbita percepción que tuvo lugar cuando, en 1931, entré a un enorme y concurrido auditorio en Salt Lake City y vi que Paramahansaji estaba de pie sobre el estrado, hablando de Dios con una autoridad como yo jamás había visto. Quedé sumergida en un estado de total absorción; mi respiración, mis pensamientos y el tiempo mismo parecían haberse suspendido. El amor y el agradecimiento que sentí por la bendición que se derramaba sobre mí trajo consigo la certeza de una profunda convicción surgida de mi interior: «Este hombre ama a Dios; le ama de la forma en que siempre he anhelado yo amarlo. He aquí alguien que conoce a Dios. ¡Le seguiré!». 
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A lo largo de los numerosos años que tuve la bendición de permanecer en su compañía, jamás le vi [a Paramahansa Yogananda] simplemente como hombre. Él manifestaba tal divinidad… ésa es la única manera en que puedo describirle. […] Parecía como si él hubiese salido de las páginas de las Escrituras. ¡Estaba tan embriagado con Dios! ¡Su naturaleza era tan amorosa y universal! Sólo un ser divino como él pudo llevar adelante la misión que se le había encomendado: diseminar en Occidente y en todo el mundo la ciencia para comulgar con Dios, que nosotros denominamos Kriya Yoga.
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