Fue a la edad de treinta y tres años cuando Lahiri Mahasaya vio el
cumplimiento del propósito para el cual había reencarnado en la tierra:
encontró a su gran maestro Babaji, cerca de Ranikhet, y recibió de él la
iniciación en Kriya Yoga.
Este afortunado evento no benefició solamente a Lahiri, sino que fue un
momento afortunado para toda la raza humana. El más elevado arte del
yoga, que permaneciera perdido y largamente olvidado, fue traído otra vez a la
luz.
Así como el río Ganges descendió del cielo a la tierra, según relatas
los Puranas, para mitigar con sus divinas aguas la sed del devoto
Bhagirath, así en 1861 el río celestial del Kriya Yoga comenzó
a descender desde las secretas cimas del Himalaya hasta las polvorientas
moradas de los hombres. (Autobiografia de un yogui, Paramahansa
Yogananda pag 335)