EN EL MES DE OCTUBRE

Este mundo es un escenario en el que nos hemos reunido para representar nuestros papeles relativos a la vida individual, familiar, nacional e internacional.  Pero, al llamado de la ley kármica, nos retiramos a descansar tras la escena terrenal, aguardando a que se nos asigne el siguiente papel y un nuevo disfraz corporal para representarlo.  No debemos detenernos a cavilar tristemente acerca del momento en que el telón caerá y dará por terminado nuestro presente personaje.  Más bien, es necesario que nos esforcemos al máximo por representar nuestro papel -grande o pequeño- de manera excelente y con buena disposición para ser merecedores de que se nos reciba en el seno de Dios, de lo contrario, el karma nos obligará a regresar al escenario de la tierra una y otra vez, hasta que logremos perfeccionar nuestra actuación.

Así pues, en lugar de permitir que el tiempo y la fatalidad gobiernen nuestro destino y destruyan la vida, encarnación tras encarnación, ¿por qué no dejar que Dios, con su toque celestial, nos conceda la inmortalidad?  No será preciso entonces que continuemos arrastrándonos hasta el seno del más allá con  el objeto de descansar.  Si estamos junto a Dios, seremos la Vida Eterna misma y jamás volveremos a quedar cautivos de las limitaciones tras los muros de la prisión del pasado, el presente y el futuro. (P. Yogananda, El vino de místico pág 62)